martes, 12 de febrero de 2008

Mi sueño de ser princesa

Nunca fue la bailarina más bella del salón,
nadie se batió en duelo por ella,
Sabina nunca la cantó.
Lautrec nunca dibujó sus bellas cicatrices.
Maldita Penélope, nunca regresó Ulises.
Ismael Serrano, "La Mujer más Vieja del Mundo"


(En este momento no escucho a Ismael Serrano, sino que a Nightingale, pero para estos efectos no es importante).


Ignoro desde qué momento surgió en mí ese deseo incontenible de querer ser la "más". La más simpática, la más inteligente, pero, por sobre todo, quise siempre ser la más linda, que todo aquel que me viera no pudiera evitar hacer referencia a que yo era la niña/adolescente/mujer más hermosa que nunca había visto.


Desde bien pequeña, siempre me vistieron como una princesa. No recuerdo todos los detalles, pero dicen que me vestían con vestidos llenos de vuelos, algunos de ellos enviados por mi madrina desde EEUU, a los se sumaban unos chapes bien peinados, y yo añadía unos lentes de sol y pulseras y collares. Y salía a la calle así, en un barrio donde sólo habían personas mayores, y todos decían que yo era una "princesa". Harto me creía el cuento de princesa, al punto que pedí a un amigo de mi madre, que tenía un carretón, y que más de alguna vez me pasó a buscar al Jardín Infantil, que colocara alfombra al fondo de su carretón pues era mi carruaje de princesa. Y lo hizo. También después le pedí una silla, que fuera mi trono, pero ignoro si alguna vez lo hizo.


Quizá en este exceso de infantilismo y sueño partió mi dilema, de querer ser bella, querer ser princesa. Y, curiosamente, al mismo tiempo, fui rechazada, rechazada, rechazada por mi entorno de iguales. Ahora veo fotos de entonces, y era la única que se vestía con vestidos de esa índole: todas las demás se vestían como niñas "normales", con pantalones y poleras. Y todas delgadas. Yo nunca fui delgada, y no me vestía "normal". Pero claro, nunca he querido, ni quiero, ser de la masa: no quiero ser una más. No quiero ser "normal". Quiero destacar.


El tiempo pasó y entré al colegio. La paradoja se fue exacerbando, pues creía ser la más bella, recuerdo haber posado para una foto de curso creyendo que lucía como una paloma. Una ridiculez. Era una niña más bien feíta, y yo lo sabía, pero al mismo tiempo creía lo contrario. Y gordita. Y un poco descuidada en lo estético, era cosa evidente. Y siempre, siempre, con 5 kilos de más, que a esos años se volvían más evidentes por mi corta estatura, y por tener más curvas que todas mis compañeras. A menos de 10-12 años, lo apreciado eran niñas como tablas, con piernas como pitillos. Y yo no era así, ni podía serlo. Por peso. Por estructura.


Hice innumerables juegos con mi estética: cabello, cejas, maquillaje... el acné estaba a la orden del día, y mi pelo siempre fue un poco inmanejable. Pero me creía hermosa a la vez que la peor escoria. Creía y descreía que el chico más guapo de mi curso se fijaba particularmente en mí. Todo era si y no. Pero las evidencias eran más bien de "no": nunca, jamás, alguien en el colegio se me declaró, nunca me dijo "eres la niña más linda", ni "me gustas", ni nada que se le asemeje.


Recién a los 13-14 años logré adelgazar, me sentía bastante bien. En esos entonces di mi primer beso. Al tiempo, tuve mi primer novio. Creía que al llegar a un lugar, deslumbraba, todos se fijaban en mí, pero mi discurso me autodefinía como una "rata", la peor basura estética del mundo. Y sin embargo, era la más: era la más inteligente del curso, no había problemas... pero yo quería ser la más bella.


Pasaron cosas malas en ese lapso de tiempo. Engordé muchísimo. Un gran sobrepeso. IMC de obesidad. Pasó largo tiempo, la ansiedad al límite de lo intolerable, barras y barras de chocolate por minuto. Y aún así me creía bella. Y siempre imaginaba que ciertas personas tenían secretos amores hacia mí. Montones de desiluciones siguieron a lo mismo, porque nunca era, nunca fue. Pero era fotogénica, y eso era peor: en las fotografías salía hermosa, una sonrisa radiante, que a todos admiraba, pero me conocían en persona y se defraudaban. ¿Era fea? Más que eso: era gorda.


Recién a fines del 2006 comencé a adelgazar. Sin proponérmelo, en un principio. A sabiendas, después. De mala manera, sí. Objetivo: volverme una mujer espectacular.


Desde mi máximo peso, peso 25 kilos menos, puesto que en mi peor época llegué a pesar 85. De mi peso de fines del 2006, que eran estables 78 kgs, adelgacé 18. Ahora peso 60, o 59 kilos. Debería estar contenta. Pero como quien prueba el salmón y luego no quiere volver a comer jurel, no estoy conforme, pues estaba más delgada, pesaba 52 kilos, incluso llegué a estar en los 49 (quizá ahí sí se me pasó la mano). A los 52 me sentía cómoda. Máximo 55. Pero 60, por ningún motivo. Estoy gorda.


Aún así, todavía espero eso de deslumbrar. Que voy a entrar a un salón y todos se quedarán en silencio sólo por verme entrar. Que el comentario obligado de todos sea "qué hermosa es". Que al colocar un pie en un lugar, por poco y un reflector alumbre mi camino y que nadie pueda dejar de observarme. Que quien me conozca no pueda evitar decir a otro que me encontró hermosa, casi irreal, casi etérea...


Esos sueños absurdos de que, sentada en una fiesta y casi escondida bajo una cortina, alguien aparecerá desde el otro lado, porque habrá distinguido el brillo de mis ojos, y sólo por ello descubriría que soy la mujer más maravillosa y por lo mismo se acercará a mí, a hablarme, a sacarme a bailar, y que bailaría perfecto, y todos se quedarían mirando.


Complejo de show woman. Frustrado, claro.


Aún así, alguno que otro comentario positivo no me ha faltado. En Punta del Este, un guardador de autos o algo por el estilo, paró a mis padres para decirles que los felicitaba por su hija, porque era la mujer más linda que había visto nunca. En Cuba, algunas cuantas personas hicieron comentarios similares (aunque dicen que son piroperos). En Brasil, un tipo siguió al grupo por muchas cuadras porque quería hablar conmigo. Y en esos entonces estaba más gorda que ahora. Más reciente, que fue más cómico que otra cosa, un sujeto en la calle decía ser de una productora y me preguntaba si era yo la que había ido al casting para no se qué teleserie, que me habían visto de perfil con su amigo y les pareció que era yo, no señor yo no he ido a casting de nada, y así dale, hasta me preguntó si mi pelo era natural xD (y sólo es negro, algo largo, ondulado: ninguna novedad).


Segun mi pololo, yo quiero algo que creo no se cumple pero muchas veces sucede. Segun él, muchas veces, cuando vamos por la calle, bastante gente se da vuelta a mirarme, o me dicen cosas, pero muy pocas veces yo he escuchado algo de eso, a menos que sea demasiado evidente. Mi papá dice que en las últimas vacaciones, en Cartagena de Indias, también muchas personas se volteaban a verme. Pero yo nunca noto nada. Posiblemente me dicen eso sólo porque me quieren. Pero una parte de mí quiere creerlo. Quiero creerlo. Quiero creerlo.


Quiero brillar, quiero ser hermosa.
Pero, por otro lado, me da miedo.


Y la dieta, va mal, no avanza.

2 comentarios:

Camila dijo...

De todos modos, gracias por tu post :)
Y gracias por tu ánimo.
Un beso, cuidate

Anónimo dijo...

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